Palabras Preliminares - Dr. Ricardo Luis Lorenzetti
Las constituciones nacionales han sido siempre un logro en torno al consenso. Un sinónimo del reconocimiento institucional de grupos de personas con intereses disímiles pero con objetivos y compromisos similares: el esfuerzo encaminado al bien común por sobre la individualidad.
La Constitución de la Nación Argentina se inscribe en estos ideales, ya que ha sido fruto del renunciamiento en pos del reconocimiento de la identidad nacional y del sostenimiento de la voluntad de un pueblo en su ejercicio público.
Si bien es cierto que nuestro primer texto constitucional puede ser entendido como una proclama política, su evolución la ha transformado en una norma de efectivo reconocimiento de los derechos de los ciudadanos.
En una primera etapa, las constituciones plantearon fundamentalmente la organización del gobierno, siendo los gobernantes sus destinatarios. Sin embargo, receptaron también, derechos del ciudadano frente a la organización estatal y, posteriormente, derechos económico-sociales, disposiciones sobre la organización de la economía y, en general, todo lo relacionado con los derechos fundamentales.
La norma constitucional dejó de ser, como había sido en su primera expresión, una regla que sólo contenía elementos de derecho público para transformarse en una obra que tiene en su seno las normas fundantes de la comunidad, relativas a su modo de organizarse y relacionarse entre sí.
La reforma de 1994 incorporó conceptos relativos a la internacionalización del Derecho, al darle jerarquía legal a ciertos tratados en su relación con el derecho interno, tanto en el ámbito de los derechos humanos como en el de la integración regional, fomentando el enriquecimiento de la Carta Magna y la operatividad de las nuevas garantías consagradas
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Añadió, además, en sus nuevos derechos y garantías, cuestiones presentes en el discurrir de los argentinos que, al sumarse al texto original, recibían la validación que un derecho constitucionalmente consagrado merece.
La Constitución es el arma más poderosa que tienen los pueblos para impulsar su desarrollo. Es el arma más poderosa que tienen los argentinos para fortalecer los vínculos que los unen y perfeccionar el ejercicio de su raíz republicana y la práctica de la democracia. Es el espacio común en el que todos somos iguales y con el que todos estamos comprometidos para encarar cualquier proceso de transformación de la sociedad.
La celebración del Bicentenario nos convoca en esta oportunidad. Doscientos años de maduración como país libre que nos llaman a continuar en la construcción del futuro que los
Constituyentes pusieron en nuestras manos, en forma de texto, como garantía solidaria de la culminación de un sueño.
La preservación de ese sueño fundamental para las generaciones futuras viene hoy de la mano de la tecnología: la microfilmación y digitalización del texto como un modo de preservar su soporte físico sin olvidar que su soporte fundamental yace en el ejercicio consciente de todo lo que ella consagra.
Juan Bautista Alberdi dijo que la única Constitución que no cambia, la única que acompaña al país mientras vive y por la cual vive, es la Constitución que ese país ha recibido de los acontecimientos de su historia, esa misma que “es la unión viva, la única real y permanente de cada país, que sobrevive a todos los ensayos y sobrenada en todos los naufragios.
Nuestra tarea hoy es ser parte de su mejora y desarrollo.
Dr. Ricardo Luis Lorenzetti
Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación